El 20 de febrero de 2019, se llevó a cabo en el Centro Riojano de Madrid, la segunda conferencia del Foro de Naciones Unidas organizado por Paz y Cooperación conjuntamente con el Centro Riojano de Madrid. El ciclo de conferencias dio inicio el pasado 6 de febrero tratando la relevancia del turismo global y los desafíos que este conlleva, impartida por el Secretario General Adjunto de la Organización Mundial del Turismo, Don Jaime Alberto Cabal.
Esta segunda trataba sobre “El Prodigio Chino” de la mano de Don Marcelo Muñoz, presidente de Catedra China. Un hombre de gran recorrido y excelencia, con un gran bagaje de formación económica, comercial y filosófica, que en 1978 constituyó la primera empresa española consultora, dedicada exclusivamente al mercado chino y abrió la primera oficina española en China. Además de ponente y escritor, sobre la realidad china, su civilización y su futuro.
Ante una sala a rebosar Gloria Martínez Manso secretaria general de la Junta de Gobierno saludó a los asistentes y se felicitó por albergar este Foro Naciones Unidas. Juan Ignacio Vecino con sus excelentes dotes de maestro de ceremonias dirigió esta conferencia del Maestro Don Marcelo Muñoz, presidente de Cátedra China, a quien presenté como el Antoñete de los conferenciantes comentando el reciente homenaje del Ateneo de Madrid a este ilustre profesor y emprendedor extremeño.
Me ayuda en la redacción de este artículo una chica en prácticas de Castellón Cintia Sanz Hoya, una flor de la no violencia. Gracias Cintia.
Don Marcelo Muñoz comenzó con una frase alentadora “El prodigio chino no es un prodigio, son muchos prodigios”. Nos relató desde sus vivencias personales, como llegó a China en los años 80, cuando el déficit de viviendas era de 100 millones, y que en tan solo 40 años se construyeron 190 millones de viviendas, demostrando así el cambio y desarrollo de China en tan solo cuatro décadas. Los datos ofrecidos eran reveladores, en los años 80 los universitarios eran escasos, y actualmente en el 2018 hay un total de 42 millones de universitarios que significan el 42% de los jóvenes, con una construcción de más de 3.000 universidades. ¿Asustan un poco los datos, no?
Desde la reforma de Deng Xiaoping, en China se desmontan las estructuras comunistas, y actualmente es un país capitalista, donde el 70% de las empresas son privadas y tiene un crecimiento económico acelerado de un 6,5%. Este prodigio, se observa en los datos, cuando Don Marcelo llego a China en 1978, en términos del PIB, China estaba en la posición 120, y en menos de cuarenta años, en 2010, China conseguía el segundo puesto, por tanto convirtiéndose sin duda en una gran potencia global. Sin dudas las consecuencias de esta reforma, son asombrosas: en 40 años han salido de la pobreza más de 700 millones de personas, el PIB se ha multiplicado por 80 y la renta per cápita por 40 y el 96% de la población está alfabetizada.
Todas estas reformas se han visto reflejadas en la educación, en la ciencia, con el Plan Made in China 2025, en la informática, en el desarrollo acelerado de la inteligencia artificial, en el comercio (siendo desde 2014 primera potencia comercial y un inversor global) y en el turismo (surgen en 2018, 140 millones de turistas con un nivel económico alto). Mostrando sin duda que en tan solo 40 años en China se ha llevado a cabo una gran transformación social, económica, política de la historia y a la vez siendo el país más poblado.
¿Pero como se explica esto? ¿Cuáles son las claves? Según Don Marcelo Muñoz, las claves del deslumbrante desarrollo son tres: 1) la política en el puesto de mando, 2) la planificación, ya que trabajan para las próximas generaciones y 3) el cerebro, donde hay más de 500 centros de pensamiento que elaboran, critican y proponen a los gobiernos. Pero a pesar de todo ello, a China aún le quedan muchos retos pendientes, como la consecución de la democracia liberal, reducir la desigualdad económica y de género, y contribuir a paralizar el cambio climático.
¿Por tanto, a dónde nos lleva China? China actualmente no es una potencia emergente, sino emergida, o como muchos autores defienden, reemergida, líder global en crecimiento económico, en conocimiento, en ciencia y tecnología, en el comercio internacional y en el multilateralismo. Algo que deja atónito a occidente que no sabe cómo actuar ante este modelo económico, basado en un socialismo de características chinas y un modelo político basado en la meritocracia.
Según Don Marcelo, ante esta situación, occidente tendría que bajarse de su pedestal de dominio del mundo, y no pretender gobernar un mundo del que ya no tiene control, a la vez que China debería tener más presencia en el sistema internacional para aportar sus peculiaridades y aceptar a su vez, sus carencias. Asimismo, la Unión Europea, un actor reducido en la actualidad por el Brexit, debería unificarse más que nunca y levantarse con más fuerza defendiendo los valores que la crearon. Sin duda en el sistema internacional actual, hace falta un “diálogo de civilizaciones” entre occidente y el mundo confuciano, para llevar a cabo la gobernanza global.
Gianna Prodan una poeta romana se refirió a la calidad laboral y a las condiciones de vida apuntando al problema que los bajos precios de los artículos chinos pueden hundir todas nuestras industrias textiles y del calzado. Ese temor afloró también en otra pregunta que rezumaba el temor de Napoleón al despertar de la nación china. «cuando China despierte el mundo temblará» .Don Marcelo abogó por un diálogo entre nuestras culturas.
No ocultó las tareas pendientes que tienen los gobernantes de la meritocracia china, cuya planificación se proyecta hacia las generaciones futuras y cuyo proyecto estrella es una nueva muralla china, la ruta de la seda que transformará las infraestructuras de todo el mundo. Aunque se trate de una civilización colectivista, los valores individuales podrían ser la aportación de Europa a una China hegemónica, sin utopías podrían florecer las tiranías.
Don Marcelo nos ha hecho pensar, cambiar nuestra visión de China y como un nuevo Julio Verne atisbar el mundo del futuro, que no debería parecerse al mundo feliz de Aldous Huxley.
China sería el cerebro y Europa el alma.